jueves, 6 de enero de 2005

Si Hipócrates levantara la cabeza.

La revista médica The Lancet, ha elegido la revisión que puso en evidencia que la multinacional farmacéutica GlaxoSmithkline ocultó datos sobre el riesgo de suicidio entre menores que consumen antidepresivos como el estudio más importante publicado en 2004 (los partidarios de la hipótesis tóxica del sida ya denunciaron la precipitada aprobación del azt basándose en estudios defectuosos que minimizaban su toxicidad, el azt era comercializado por la multinacional Wellcome, que desapareció al fusionarse con Glaxo).
Y eso no es todo, probablemente en breve publicará un nuevo estudio que revela que la cifra de muertes y enfermedades graves producidos por el analgésico Vioxx fabricado por Merk puede llegar a 139000. (La estimación original de 29000 produjo la retirada del medicamento en el otoño pasado). En este caso también se les ha acusado de ignorar las advertencias durante años.
¿Qué ha pasado con los científicos?
El director de la industria británica de medicina ya alertó en una editorial del control de las empresas farmacéuticas sobre las revistas especializadas, sus conclusiones son:

"En cierto sentido, la industria farmacéutica compra todas las revistas o, al menos, las usa hábilmente. La industria domina la asistencia sanitaria, y la mayoría de los médicos han sido agasajados por ella. Por tanto, no es sorprendente que también las revistas médicas
estén muy influenciadas por la industria; pero la asistencia sanitaria, los médicos, las revistas y –creo yo– la industria farmacéutica resultarían todos beneficiados si las relaciones fueran menos turbias, más formales, y si se guardaran las debidas distancias."


El sistema de salud es controlado por la industria. Chantajes, corrupción... ¿Qué multinacional va a publicar datos que arruinarían su inversión de millones de dólares?. Cuando las propias farmacéuticas financian los estudios científicos, la medicina se convierte en otra faceta del consumismo sujeto a las leyes del marketing: se manipula la información para que estados vivenciales se conviertan en síndromes necesitados de medicación y se impone un espejismo de enfermedad. De hecho, ¿qué rama de la industria controla más al consumidor que la farmacéutica, que define lo que la población debe consumir sin ningún criterio que no sea el de unos médicos desinformados continuamente por las mismas marcas que les premian por recetar sus productos?.

Sumadas, las víctimas de cirugías innecesarias, errores en hospitales, infecciones en hospitales y los efectos negativos de medicamentos (que no son errores) son la tercera causa de muerte en eeuu.
Lo que más me asusta es el control más sutil que la farmacia ejerce sobre nosotros, los esclavos de este fascismo kitsch, para empezar nos han convertido a todos en una especie de enfermos crónicos atentos a cada uno de los factores de riesgo de enfermedad. Como escriben K. Langbein y B. Ehgartner en su libro "Contra Hipócrates, el cártel médico":

"La industria farmacéutica es el negocio más rentable del mundo. Las cotizaciones de las 500 principales han aumentado, durante el último decenio, el doble que el índice promedio de todos los demás valores.
... Las estrategias adoptadas señalan un cambio de actitud de la industria. Hace mucho que los medicamentos dejaron de aparecer pasivamente, digamos, es decir según requiriesen las necesidades del mercado. "En estos tiempos el sector se encuentra en una situación parecida a la de la industria del cine-constata Dieter Borgers, de Bremen y especialista en medicina social-. El dinero de verdad se gana con los blockbusters, desarrollados con arreglo a las puras leyes de la mercadología y publicados teniendo en la mira a un grupo concreto. ¿Qué significa todo esto? Por una parte, la ruina financiera inminente para los sistemas de sanidad. Por otra, llevar al absurdo la utilidad de la propia ciencia médica".
Reducida la investigación al estado de la más absoluta dependencia, la industria se encuentra en camino de convertir a todos los habitantes del planeta en pacientes, siempre y cuando tengan dinero para pagar. Dado el inmenso número de factores de riesgo que existen, ningún humano explorado a fondo se libra de ser declarado enfermo. O hay que bajarle la tensión arterial, o tiene un nivel preocupante de homocisteína, o una ligera subida del azúcar en sangre anuncia una futura diabetes, o no presenta una relación favorable entre el colesterol "bueno" y el colesterol "malo".
Por último el fuego graneado y continuo de la "mentalización" surte sus efectos. En la primavera de 2001, por ejemplo, la influyente Asociación estadounidense del corazón rebajó sus recomendaciones en cuanto al colesterol a unos niveles nunca vistos. Con este simple procedimiento queda multiplicado por dos el número de individuos que deberían tomar estatinas si quieren bajarse el colesterol. Y como la producción de la sustancia base es baratísima, queda un margen de beneficio gigantesco pese a los descomunales presupuestos para comercialización y publicidad.
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