jueves, 10 de marzo de 2005

Recordando el 11 de marzo

Dicen que cuando ocurre algo importante, ese acontecimiento sirve de referencia en nuestra memoria y recordamos todo el resto del día mucho tiempo después.

El 11 de marzo me despertaron los gritos de mi vecina, que tiene el salón a un palmo de mi cama. Esta vez chillaba a la televisión: ¡cabrones! ¡no dejaría uno de la ETA vivo! ¡asesinos! Y así pasé la mañana, escuchando cifras de muertos dadas con cuentagotas, informaciones confusas, y a tiranos sin poder pidiendo la venganza, la pena de muerte, el bombardeo. Cabreados, indignados, no nos lo podíamos creer. Pronto salió un nombre comercial y una cabecera especial para el evento mediático: 11M. Desde el comienzo, hasta ahora, los medios de comunicación explotan aquel atentado como si fuera un estreno cinematográfico. Es increíble el descaro con el quea explotan el dolor de las víctimas.

En casa, no pensamos que pudiera haber sido ETA. Y no me habría extrañado un atentado de ETA, uno que conviniera al gobierno del PP cara a las elecciones con su "mano dura" en plan Bush, ese favor ya se lo habían hecho justo antes de otras elecciones en las que Aznar salió como un héroe cuando más lo necesitaba.
Pero esto era demasiado gordo. Fue una masacre de gente de la calle, nadie que buscara el mínimo apoyo popular cometería esa bestialidad. Entonces empezó el gobierno con su patética manipulación contrarreloj.

Algo, días antes, no encajaba. En Francia, los militares habían rastreado precisamente todas las vías férreas buscando una bomba, la versión oficial era tajante: un grupo mafioso amenazaba con montar un atentado contra trenes si no recibía una enorme cantidad de dinero. Aquí, en España, la ETA entregó una furgoneta llena de explosivos en un control y poco antes habían encontrado mochilas con explosivos en la estación de Madrid. Parecía como si tuvieran los culpables precocinados para la ocasión, como si supieran que lo que se esconde tras la marca Al-qaeda iba a hacer su marketing, y quisieran evitarlo negando la autoría desde antes de que ocurriera el crimen.

Cuando se habla de Al-qaeda, yo tiendo a pensar en operaciones encubiertas de sectores cercanos al Imperio Bush, atentados no reivindicados que convienen a la política interior neoconservadora, un enemigo difuso, unos malos de comic de pacotilla, pruebas ridículas. Como lo de la furgoneta aparcada con unas cintas "con versículos del Corán" y detonadores. Como la mochila bomba que apareció en una comisaría, la pista de las tarjetas de los móviles pirateadas, y lo mejor, la inmolación en directo de los causantes que cerró el caso.

Recuerdo la manifestación de después. Era una sensación agridulce, por un lado me negué a ir a un claro intento de el gobierno de evitar la reflexión sobre su responsabilidad, por otro sentí orgullo de que la gente saliera a millones a la calle apoyando a las víctimas y pidiendo responsabilidades. Eso no pasó en EEUU tras el 11S. Ellos están más sólos ante la televisión. No salen así a la calle.

A la mañana siguiente vi en una filial de una de las mayores multinacionales de telefonía un cartel: esta tarde (la tarde anterior) permanecerá cerrado para que los trabajadores puedan ir a la manifestación. Un compañero de trabajo, muestra representativa de los tiranos de bar, me echó el puro por no ir a la manifestación (!): "A favor de los moros si que te manifiestas".

Le dije que habría más, y así fue. Por cierto, ningún partido nos hipnotizó con un mensaje de móvil (esos tiempos ya han pasado). Escuchamos en una radio local libertaria (la casa parecía una agencia de noticias) que la gente se estaba concentrando bajo la sede del PP. Así que fuimos. Después salió Rajoy y firmó su condena política, "soy Mariano Rajoy", demasiado parecido a Franco como para ser tolerable. La junta electoral se reunió esa noche. Querían aplazar las elecciones ¿para qué si no montas eso con carácter de urgencia? Recuerdo un programa de una radio nacional donde pedían por favor a los manifestantes que se fueran, que no dieran escusas a la policía para cargar. No se hasta qué punto era viable el estado de sitio (desde luego que esa reunión era para parar las elecciones, y hacer ilegales las manifestaciones).

El día siguiente fue muy tranquilo, todos los amigos habíamos quedado para ver el recuento. Recuerdo la alegría de ver a Urdaci en la televisión española dando los resultados a punto de llorar.
Fueron días intensos, con una viciada sucesión de dolor y liberación de tensión. El jueves, viernes, sábado y domingo. El sábado no nos callamos.

Es una pena que en este engañoso marketing se necesiten muertos de verdad.

No hay comentarios: